Hace muchos años ocurrió un suceso memorable en la parte del mundo denominada Occipital. Allí había un hermoso país con hermosos bosques, playas, ríos y mares. Aunque tenía desiertos, hasta estos tenían vida. Parecía que la primavera se hubiese posado por siempre allí.Y su gente era maravillosa: gente trabajadora poblada por los descendientes de emigrantes de muchas partes del mundo; eran inventores y producían lo mejor que podían disponer los seres humanos para hacer la vida confortable. Así pues, nunca se habían visto antes mejores edificios, mejores vestidos, mejores carruajes, mejores tapices, mejores caballos, mejores quesos, mejores abrigos, mejores joyas, mejores perfumes y tantas otras cosas. De muchas partes del mundo iban allí personas para visitar el país, ver las maravillas y comprar. La prosperidad del país se debía en gran medida al comercio permanente. Durante las ferias de dos meses el comercio vivía el máximo esplendor. Pero lo más hermoso, sin duda, era la paz que los antiguos Reyes Sabios habían logrado. Durante muchas décadas el reino no había tenido guerras. Al contrario, Occipital había sido el refugio de personas perseguidas en sus países por sus ideas o por su color de piel. Así que trabajando en paz, las personas del reino enriquecieron y prácticamente no existía la pobreza. Cada quien tenía como vivir la vida dignamente,
En aquellos días comenzaba el gobierno de un nuevo rey. Era conocido como el Rey Trompeta. Cuando el caminaba hacia el alcázar del palacio sonaba una trompeta que se escuchaba en toda la ciudad capital, seguidamente, por orden suya, sonaban fuegos artificiales y cuando aparecía a la vista, todos desde el lugar en que se encontrasen, debían volver su cara hacia el palacio, permanecer con el rostro inclinado durante un minuto y luego, sin alzar el rostro, debían aplaudir y dar vítores. Eso le agradaba mucho al rey y siempre que escuchaba el clamor de la gente cerca del palacio se sentía amado.Su sonrisa en el balcón era duradera y este instante lo hacía tener un buen humor matinal. ¡Como me aman!- Se decía a si mismo- y sonreía nuevamente satisfecho. En verdad, muy pocos lo amaban y más bien le tenían temor.
Pero ese país, aun teniendo un rey frívolo, codicioso y mentiroso seguía siendo hermoso. Y allí, en una ciudad llamada Sol de Primavera, vivían dos hermosas niñas: Anyelí y Briyit. Cada una tenía sus propios gustos. A Anyelí le gustaba leer libros, cuentos de princesas y príncipes y poemas y, a Briyit le gustaba ir a pasear, sin importar a donde la llevasen. Siempre que viajaba se sentía libre y feliz. Así que ha menudo Anyelí le contaba historias de princesas y duendes a Briyit, mientras acompañaba a Briyit en los paseos en el parque o en el pequeño bosque, cerca de las casas de ambas.
En un paseo le preguntó Anyelí a Briyit: ¿Crees que exista un lugar con príncipes encantados y duendes.-No, claro que no-contestó Briyit.- He viajado mucho y nunca he visto ningún duende y mucho menos príncipes encantados. Anyelí había tenido un sueño y en él. hizo un viaje a un mundo maravilloso con hadas, animales que hablaban y música en el aire maravillosa, indescriptible. Así que aunque apreciaba mucho a su amiga, no le creyó totalmente, porque, por otro lado, algo le había pasado tiempo atrás y no se atrevía a contarlo a nadie, ni siquiera a ella que era su mejor amiga. Apenas dos años antes, había ido a pasar unos días en la casa de la abuela y estando allá, justamente en el patio de atrás, escuchó unos sonidos que venían del bosque. Aguzó sus oídos y escuchó claramente a unos niños jugando. Atraída por el sonido de los niños, fue hacia allá y efectivamente, vio a uno niños, de baja estatura, muy alegres jugando en ronda. Su piel estaba muy bronceada y brillante, sus ojos de un negro profundo,contrastaba con la cabellera marrón-rojiza. Danzaban sin prestar atención a nada externo. Solo danzaban y danzaban y en el ambiente solo se escuchaba las aves cantando y como un pequeño, y apenas audible, sonido de mariposas en vuelo. El juego era contagioso y por un momento sintió tentación de unirse a ellos. Uno de los niños pequeños la miró y la invitó a unirse, pero todos los niños estaban desnudos y sintió temor porque no encontraba ninguna explicación para lo que hacían y cómo lo hacían. Así que salió huyendo del lugar y buscó refugio con su abuela. -¿Que te pasa muchacha?-Le preguntó su abuela. Ella estaba sudorosa y respiraba agitada. Casi se le podía escuchar su corazón latiendo agitado. -No sé abuela,-contestó-...vi a unos niños bailando sin ropa allá atrás en el bosque de robles y me invitaron a bailar, pero me dio miedo. La abuela escuchó con atención y se quedó pensativa y le dijo. ¡Niña, ni se te ocurra ir de nuevo por allá; esos son los duendes y te pueden llevar! ¡Además, no se lo digas a nadie. No te van a creer! Desde esa ocasión, la abuela siempre la acompañaba cuando jugaba afuera de la casa.
Podría decirse que Anyelí y Briyit eran dos niñas, casi adolescentes, felices: No les faltaba nada y eran amadas por sus padres. Las dos ayudaban a sus madres en el hogar y en los negocios de sus respectivas familias. Pero un día cambió todo. Primero el Rey Trompeta, triplicó los impuestos, con lo que muchas familias desmejoraron su nivel de vida. Luego, ocurrió lo peor: El Rey decidió conquistar el país vecino del sur, porque decía que tenía muchos ladrones. La verdad era que él quería apoderarse de la mina de oro que recientemente habían encontrado en ese país. Cuando el ejército pasó marchando por Sol de Primavera, Anyelín y Briyit estaban juntas y les gustó mucho como marchaban con uniformes rojos con blanco al ritmo de tambores. Lo más bonito eran los caballos blancos que caminaban de tal modo que también parecían marchar. Luego, con sucesos posteriores, ambas comprendieron que la guerra no era nada bueno. Después, el rey ordenó, la invasión de otro país, En esta ocasión, el del Este, con otra excusa y así una y otra vez. Muy pronto, a pesar de las victorias en la guerra, el país se trocó de rico en pobre y escaseaba todo, porque la guerra era muy costosa y ya no había visitantes en los comercios del país. Anyelín y Briyit sufrieron mucho la pérdida de varios familiares en la guerra y asistieron a varios sepelios.
Un día el rey, que también había perdido mucho dinero, decidió que la mejor forma de ahorrar dinero de sus arcas y de recompensar o pagar a sus soldados, era dándoles una mujer del reino. El rey decretó, además que cada hombre podía tener dos o tres mujeres. De esta manera siempre había hombres dispuestos para la guerra y hasta de otros reinos llegaron más soldados a ayudar al rey. En un país, en que hacía muchos años nadie obligaba a una mujer a unir su vida con un hombre al que no amaba, cada vez más mujeres sufrían este triste destino. Muy pronto se puso de moda las solicitudes de mujeres por pedido. Si un soldado iba a la guerra y mataba a cierto número de enemigos, podía pedir una mujer en especial.
Un día el alguacil se acercó a la casa de Briyit, que para ese entonces tenía 14 años, he informó por escrito, que en un mes debía estar lista para irse del hogar porque un soldado que estaba en el frente de guerra la había solicitado. Ella ni siquiera había pensado en conocer un hombre. Le gustaba alguno que otro chico y alguna vez había pensado que se sentiría el beso de un muchacho. Pero hasta allí. Nada más. El soldado que la había solicitado, había sido el carnicero del pueblo. Lo de carnicero no era lo malo, sino que cada fin de semana estaba borracho y tenía cerca o más de 40 años.
Desde ese día Briyit solo lloraba y nadie la podía consolar. No comía y si comía vomitaba. Pronto adelgazó y se podían ver sus huesos. El cabello de la parte superior de su cabeza se comenzó a caer. Lucía pálida y con los labios rajados. Solo se pasaba acostada en la cama. Ningún doctor encontró remedio para su mal. Por más esfuerzo que hacía Anyelí para reanimar a su querida amiga, no lo lograba. Un día, muy temprano, cuando apenas salía el sol fue a visitar Anyelí a Briyit. Se veía muy mal su amiga. Cuando estuvo cerca de ella, Briyit dijo con la voz muy baja a Anyelí: ¡Siento que los días y las noches son muy largos y que pronto voy a morir! Anyelí no dijo nada. Solo escuchó y un rato después salió al jardín de ixoras y agachada comenzó a llorar y a lamentarse por su amiga. Realmente estaba desesperada viendo como su amiga se moría. Y pensó, desde muy adentro de sus ser: ¡Señor ayuda a Briyit a curarse! Comenzó a sollozar. Mientras lloraba las mariposas volaban a su alrededor. Había muchas mariposas entre las ixoras y una de ellas se acercó y se posó en una lágrima que corría por su mejilla y tomó de ella. En ese momento Anyelín se convirtió en mariposa y al sentirse como mariposa se preguntó: -¿Quién soy?-¿Qué hago aquí? Anyelí no recordaba que había sido humana.
Anyelín, veía las flores brillantes y escuchaba una música parecida a un vals. Un turururán turururán tutu tutu, lento, dulce y armónico, se escuchaba en el ambiente. Sentía además, fuerzas irresistibles que la hacían que se uniera a lo que veía, una danza armónica en que los mosaicos eran las flores de colores irresistibles y así danzaba y danzaban todas las mariposas de flor en flor. Era sensacional el vals, se sentía dulce y agradable participar en él. Nunca antes sintió Anyelí un placer tan extraordinario. Pero de repente cesó la música y se dio cuenta que unas mariposas la observaban. Lucían intrigadas y una de ellas, con voz cadenciosa preguntó:
-¿De dónde vienes y hacia dónde vas? ¿Cómo te llamas, cómo estás? Inmediatamente se escuchó un murmullo entre las mariposas sorprendidas por tan hermosas palabras y guardaron silencio, esperando la respuesta con ojos vivaces. Anyelín lució momentáneamente desconcertada. No recordaba bien quien era sintió que con la esas preguntas rimadas y la voz cadenciosa la querían humillar. Muy adentro en su cabeza escuchó...Anyelí..Anyelí.., Pero decidió contestar que no sabía quien era. En la cara se veía lo que iba a decir y entonces una mariposa, sin que las otras se dieran cuenta, le dijo que no. Entendió que no debía decir lo que iba a decir y entonces la misma mariposa de forma encubierta la instó a hablar delicadamente. Entonces ella dijo con voz también cadenciosa:-Anyelín me llamo, bien estoy. De atrás vengo y adelante voy. Se escuchó un murmullo de aprobación entre las mariposas y todas sonrieron.
Invitaron a Anyelín a visitar a la reina mariposa y escoltada por ellas viajaron a su encuentro. Volaron y llegaron a un lugar a la orilla de un arroyo, donde sobresalían varías rocas blanquecinas y puntiagudas. En la más alta estaba la reina y en las otras se hicieron las demás mariposas. Ante la reina, una mariposa dijo: Reina, aquí está Anyelín, de hermosas palabras y de hermoso andar, y que cuando contesta, parece cantar. Se escuchó un murmullo nuevamente entre las mariposas. Era evidente que le gustaban esa forma especial de hablar. La reina mariposa guardó silencio. Observó bien a Anyelín y pensó en qué hacer pues no conocía a ninguna Anyelín en su reino. Entonces dijo con voz solemne:- Anyelín, de mi reino ciertamente no es, pero la ley y la cortesía dicen que bienvenida es. Se escuchó otra vez la algarabía entre las mariposas y la reina le asignó una mariposa guía por el reino: Cascabel.
A Anyelín la llevaron a pasear por el reino bajo el cuidado de Cascabel. Conoció diversos tipos de flores y para que servían cada una de ellas. Sintió los sabores de los néctares y pensó que no había en el universo un lugar mejor. Justo cuando pensó esto, se preguntó: -¿Pero de dónde vengo yo? ¿Qué hago aquí? La noche llegó y en su mente resonaban una y otra vez las mismas preguntas.
Cuando amaneció estaba triste y la tristeza no es común en el mundo de las mariposas. Cascabel, su guía, le preguntó: -¿Qué te ocurre Anyelí? Ella se quedó pensativa y dijo:-Anoche soñé que alguien me necesita. Casi podía ver su rostro, pero no era de mariposa... era de un ser humano. Estaba desesperada y parece que va a morir si no voy. Por eso estoy triste-agregó-no sé como ir. Su guía le dijo entonce: Ven vamos a ver a Mariposa Mayor. Ella quizás pueda ayudarnos. Así la guía llevó a Anyelín ante Mariposa Mayor. Ella ya casi no volaba y usaba gruesos lentes, que hacían que sus ojos se vieran enormes y sus alas estaban llenas de cicatrices, pero vivía cerca de un árbol de guayaba y de los frutos caídos obtenía su alimento sin hacer mucho esfuerzo.
Mariposa Mayor escuchó los relatos de Cascabel y Anyelí. Le pareció Anyelí una mariposa muy especial y luego dijo lo que pensaba: -Ocurre muy pocas veces, pero ha ocurrido ahora; no es casualidad que estés aquí en este día y esta hora y que una niña tiene que ser de su amiga, salvadora; tienes que irte de esta tierra encantadora, para llevar esperanza y remedio, niña de la aurora.
Mariposa mayor buscó en unos frascos granos de polen de antiguas flores y se los dio a Anyelí, colocando los granos en una chácara hecha de hilo de telaraña y se la colocó en el cuello. Le embarró un aceite de flores en el cuerpo y seguidamente le dijo: - toma de este líquido. Anyelín le preguntó que qué era ese líquido. Mariposa mayor contestó: -El polen en la boca de la niña has de poner y cuando tomes lágrima de mariposa, a tu tierra has de volver; y el aceite de flores con ropa de mariposa te va a envolver.
Tomó Anyelín el líquido e inmediatamente se convirtió en la niña Anyelí. Estaba cubierta con tela que parecía alas de mariposa, lucía hermosa y se puso feliz. En su cuello estaba la chácara y corrió a la casa de Briyit. Estaba viva y le dijo antes de que Anyelí hiciese o dijese algo. ¡La guerra terminó, el rey murió! A que bueno, dijo Anyelí e inmediatamente colocó el polen en su boca...y le dijo tómalo sin preguntar. -Es dulce-dijo Briyit. Al día siguiente, Briyit espero en la escalera de la entrada a su amiga. Briyit se veía mejor, tanto que aunque delgada lucía radiante. Preguntó Briyit: ¿Que me me diste y de dónde lo trajiste? Contestó Anyelín. Oh amiga, viaje cerca pero lejos, en el país que no creerás estuve, pero el remedio que traje, te ha tornado en Querube. Anyelín se sorprendió de hablar así y luego sonrío: Su amiga se había salvado.
Agradezco al artista dominicano Timoteo Rafael Cedeño Estevez por su hermosa fotografía y al bardo Rubén por la licencia de sus palabras. Dedicado a mi nieta y a mi hermana ( la de ojos amarillos).
Ojalá que un día en América realmente vivamos en plena democracia, cimentada en la libertad inherente a todo ser humano, con justicia social y que los líderes no sean mitómanos y lumpen envuelto en las mantas de la democracia, enquistados en el poder para vivir como sanguijuelas, de la patria y de sus compatriotas. Que sean los primeros en practicar la tolerancia y el respeto hacia todos los seres humanos, teniendo presente que un hombre no es hombre si no piensa y si no disiente de si mismo y de los demás.